La lata de acero: dos siglos de experiencia

Al contrario de lo que quieren hacernos creer los fabricantes de otros materiales competidores, la lata de acero se va a seguir utilizando. No en vano ofrece una reciclabilidad sin rival y una protección inigualable del contenido.

Todos reconocemos las ventajas de una economía más circular. Además, la preocupación de los consumidores respecto a los envases es paralela a la de las empresas por su huella medioambiental. Así pues, no es de extrañar que resulte difícil elegir entre la enorme variedad de opciones de envasado disponibles en el mercado. 

Algunos materiales ligeros parecen ofrecer ventajas medioambientales y un ahorro económico a corto plazo; por ejemplo, en términos de transporte. Sin embargo, merece la pena fijarse con atención en lo que sucede al final de la vida útil del envase para conocer cuál es su verdadero impacto medioambiental.

Tomemos, por ejemplo, los tetrabriks.

Aunque parecen de cartón y, por consiguiente, fáciles de reciclar, en realidad constan de una serie de capas de papel, aluminio y polietileno de baja densidad, entre otros materiales. Aunque es posible reciclar todos estos materiales, antes hay que separarlos y este proceso es tan complicado y costoso que pocos recicladores tienen los equipos o la preparación que se requieren para llevarlo a cabo.

(imagen: ACE)

Además, las fibras de cartón se acortan cada vez que se reciclan. En consecuencia, la vida útil de este material es finita, puesto que tras un promedio de siete ciclos, termina por desaparecer.

El acero, en cambio, es un material permanente cuyas propiedades químicas y físicas inherentes no cambian nunca, con independencia del número de veces que se recicle.  

Aún hoy podemos continuar reciclando acero producido hace nada menos que 150 años y utilizarlo para fabricar nuevos productos. De hecho, Worldsteel calcula que el 75 % del acero producido a lo largo de la historia continúa utilizándose en nuestros días.

Por otra parte, por sus propiedades magnéticas únicas, resulta el material de envasado más fácil y económico de recuperar en cualquier flujo de residuos: solo se necesita un imán. A esto se añade que cada planta siderúrgica (y hay más de 500 de ellas en Europa) es en sí misma una planta de reciclaje, puesto que la chatarra es un componente necesario para producir acero nuevo. En contraste, en toda Europa solo hay seis instalaciones que llevan a cabo un procedimiento de reciclaje de “separación íntegra” de los tetrabriks, en el que se recuperan también las capas de polímeros y aluminio.

(imagen: Eurofer)

Por supuesto, los pioneros de los alimentos enlatados de hace dos siglos no estaban tan preocupados por el medio ambiente. En aquel momento, su principal objetivo era conservar la comida de la forma más eficaz posible. Hoy día seguimos teniendo esa misma necesidad y, tras 200 años, no ha aparecido ningún otro material que posea la resistencia, las propiedades de barrera total o la vida útil que ofrece el acero. Los alimentos envasados en acero se mantienen frescos por más tiempo, conservan su sabor y es menos probable que sufran daños, se deterioren o terminen innecesariamente en la basura.

Lejos de quedarse obsoleto, más bien parece que el acero apenas está empezando a materializar su potencial. Es poco probable que dentro de 200 años podamos decir lo mismo de otros materiales.