“De la granja a la mesa”: la piedra angular del Pacto Verde Europeo

Actualmente, el desperdicio de alimentos es la causa del 6% de las emisiones globales de gases de efecto invernadero. La comida que termina en los vertederos genera una gran cantidad de metano, un gas 25 veces más dañino que el dióxido de carbono, por la cantidad de calor que atrapa en la atmósfera.

Por eso, reducir el desperdicio de alimentos es un punto focal de la estrategia europea “De la granja a la mesa”, que a su vez es una piedra angular del Pacto Verde Europeo.

La pandemia del coronavirus ha cambiado la forma en la que muchas personas ven los alimentos. Es posible que la limitación de la libertad de movimiento y el cierre de la restauración y la hostelería en muchos países hayan impulsado y aumentado el consumo de alimentos en el hogar, pero el caso es que en la UE se generan alrededor de 88 millones de toneladas de residuos alimentario cada año.

Los desperdicios no son solo un problema del consumidor, ya que se producen en todas las etapas de la cadena de suministro.

Una vez que se superemos la crisis de la COVID-19, la atención se centrará de nuevo en cómo podemos producir suficientes alimentos para la creciente población mundial, sin que ello afecte aún más al medio ambiente.

Según Sara Menker, fundadora y directora ejecutiva de la empresa de tecnología de datos agrícolas Gro Intelligence, en 2027 el mundo podría encontrarse ante un déficit de 214 billones de calorías. Esto significa que en menos de una década podría no haber suficientes alimentos para toda la población del planeta.

El impacto medioambiental del desperdicio de alimentos a lo largo de la cadena de suministro alimentaria está bien caracterizado. En torno a una cuarta parte de las emisiones de gases de efecto invernadero provocadas por el hombre son producto del desperdicio de alimentos. De hecho, si ese desperdicio fuera un país, ocuparía el tercer lugar en la escala de producción de gases de efecto invernadero, solo por detrás de EE. UU. y China.

Cuando la comida acaba en un vertedero, se pudre y se degrada, produce grandes cantidades de metano, que es un gas de invernadero aproximadamente 30 veces más potente que el dióxido de carbono.

Sin embargo, tenemos a nuestro alcance un futuro más ecológico, en el que podamos hacer frente a la escasez de comida y mitigar el desperdicio de alimentos.

Si elegimos envases más inteligentes, podemos ampliar la vida de almacenamiento de los alimentos, conservar su valor nutritivo y evitar el desperdicio en cada etapa de la granja a la mesa.

Cuando los alimentos se envasan en latas de acero, pueden recogerse cuando están más frescos, conservando así valiosas vitaminas y minerales. La inigualable resistencia del acero también puede reducir al mínimo la pérdida de productos durante el transporte y la manipulación. Los envases de acero reducen igualmente los residuos en el ámbito doméstico, gracias a las raciones individuales y a una larga vida útil. Por otro lado, el enlatado puede salvar fruta y verdura que se rechazarían por su apariencia.

Todo esto significa que el acero para envases puede hacer una aportación vital a un futuro más ecológico para Europa, y puede ayudar a Europa en su objetivo de avanzar hacia una economía eficiente y circular.